viernes, 13 de diciembre de 2019

Una especie de intro prologal



La vida empieza

cuando empezás a beber.

El camino empieza

cuando rompés la puerta.

La noche empieza

cuando estás despierto.

El dolor empieza

cuando te acarician.

Las lágrimas empiezan

después de cada sonrisa.


Ioshua, «1»




Ve lo suficientemente lejos y llegarás

a un lugar donde el mar corre por debajo,

y veremos nuestra sombra, alta en el cielo,

secándose en la noche.


Mike Rutherford, «Your own special way»




Feliz de mí.

Soy libre de ese tal va y viene.


Milton Nascimento, «Barulho de trem»



A lo largo de esta vida, nos cruzamos con diferentes almas, cuerpos, rostros, manos, pieles, que nos regalan un poco de luz. En muchos casos, son momentos en los que estábamos caídxs, atrapadxs en las sombras desde donde pensábamos que era difícil salir. Pero la luz nos alcanzó. “A veces no se ve nada en la superficie, pero por debajo todo está ardiendo”. Esta frase de un sabio indonesio siempre me hizo bullir. Y también otra que escuché alguna vez que dice que cuando tocaste fondo, lo que queda es subir.

Así llegan nuevas oportunidades, la famosa segunda oportunidad. Esa que tanta gente me dio a lo largo de la vida. No estaría acá ni existiría este libro ni los anteriores si no me hubiera cruzado con tantas personas que no dudaron en darme una segunda oportunidad.

Somos humanos y falibles de caer en tentaciones; esas tentaciones que son hermosas y que a veces nos precipitan al abismo de los fuegos. Y esos fuegos pegan, nos atrapan y en muchos casos nos hacen aves fénix. Y las cenizas quedan detrás para volver a tratar de intentarlo una vez más. Y allí, aparecen estas personas que nos conectan nuevamente, como esa sincronicidad de causalidades que propone ese libro que tantas veces leí, recomendé y regalé. Y así nos volvemos a animar y a desandar un camino para volver a andar la vida.

Asumirse como gay, asumirme como gay no fue fácil. Eran otros tiempos y era una sociedad que nos discriminaba de un modo tan feroz, que yo no podía entender cómo eso pasaba en el seno de mi familia (de manera indirecta, claro, pero las palabras cuando salen son balas que queman), de la Iglesia católica (en la que confiaba que podía ser un mejor ser), en los ámbitos cotidianos (club, amigxs del barrio, compañerxs de estudios). Era difícil, tanto como veo hoy, veinte, treinta, cuarenta años después, en tantos lugares recónditos de las provincias de nuestro país y de muchos lugares de Latinoamérica. Por eso escribí Nueces y Refugios. 25 cuentos gays para un día de lluvia hace dos años (aunque empezó a parirse mucho antes), porque sentía que aún había mucho para decir, mucho para contar, antes de hablar de diversidad, de “tolerancia” (palabra que detesto), de igualdad.

La prueba fue exitosa, tanto que el libro sigue circulando, pero tuve devoluciones tan profundas de tantos lugares recónditos de Argentina, Paraguay, Venezuela, Perú, Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador, México y Colombia, que quiero compartir, antes que empiecen a leer la novela, algunas de esas caricias que llegan en momentos en los que te pensás si vale o no vale lo que hacés, si alguien se copa, si esto llega al universo, si el universo conspira para que suceda.

«¡Hola Diego! Buenas tardes, me llamo Martín, 22 años y soy alguien que jamás superó leer más de cinco páginas de cualquier libro, pero hoy, martes 8 de enero de 2019, 19:54 h, acabo de terminar de leer uno de tus libros: Nueces y Refugios. La verdad, para mí es gran cosa, jaja. Jamás pensé que me iban a atrapar tanto estas páginas, llenas de verdades; en más de una de ellas me sentí identificado o el propio narrador de ellas. Me encantaron todas tus historias, así que quería felicitarte y agradecerte por lo grandioso que es cada página de este libro y porque nunca antes pude llegar a leer tanto como lo hice con tu libro. Se lo pedí prestado a uno de mis amigos con la poca esperanza de que lo iba a finalizar, pero bueno acá estamos, así que nuevamente: felicidades, eres un gran autor y el primero que robó parte de mi tiempo para poder leer las 293 páginas. Te dejo un abrazo grande, deseo que logres escribir muchos y espero poder llegar a leer otros de tus libros».

Martín, desde San Luis, tuvo la delicadeza de compartirme su experiencia y eso abrió mis alas de una manera que no hubiera esperado. También fue Ale, desde La Matanza, que de la nada se hizo amigo y hace un año y algo llevó el cuento “Soldadxs (cartas de amor)” a su colegio, y lo leyeron en clase, lo trabajaron y muchxs de sus compañerxs quedaron atrapadxs porque era la primera vez que analizaban un texto con temática gay en un aula. A Ale le había enamorado la historia: «Elegí este porque de lo que fui leyendo ese me encantó. Es una historia demasiado linda. No da más de linda. Me gustó banda».

Fede vino desde San Miguel para entrevistarme hace dos años para un trabajo final del secundario y me tiró tantas devoluciones luego de empezar a leer Nueces y Refugios, que le dieron también un cálido mimo a esta alma que a veces parece no entender por qué es más atrapante una play, un jueguito donde se matan enemigxs o la paja eterna de manifestarse «aburrido» a través de las redes que de aventurarse a una lectura. A Fede le compartí lo que me escribió Martín porque están cercanos en edades y me dijo: «¡Qué decirte que no sea “¡Wow!”, “Genial”, “¡Qué bueno!”. La verdad, me deja un poco sin palabras, capaz a vos también. Me alegra mucho que alguien que no terminó un libro en su vida lo haya hecho por primera vez gracias al tuyo y la verdad me encanta. Es esa clase de magia literaria atrapante que tienen tus relatos y es difícil de describir, pero este chico lo hizo por mí. Tener el poder de enganchar y de atrapar a alguien así creo que demuestra tu capacidad y tu genialidad como escritor». A Fede lo invité a escribir para mi libro anterior, Yo quiero ver un tren. Le pedí que escribiera no más de veinte líneas (algo que esquivó) y se copó con un texto larguísimo que quedó porque es hermoso; pienso que tiene una beta como escritor que ojalá desarrolle al tiempo que haga su carrera, y luego su oficio como psicólogo.

Mientras preparábamos Nueces y Refugios, Nico, alguien que solo era un contacto más de Facebook, me escribió por inbox: «Necesito saber qué libro leés. No puede ser más lindo lo que escribís, me atrae y no puedo esperar a que vuelvas a escribir. Necesito leer y no siempre me agarran esos días. Soy impulsivo, no te conozco, pero como te dije, me atre lo que escribís. ¡¡¡Necesitaba hacértelo saber!!!». ¿Qué hacés luego de eso? Más allá de responderle, de cruzarnos con unas birras y de pasarle el libro previo, Escribir poemas / Las palabras del fuego, fue acrecentándose un hermoso ida y vuelta a través del Messenger, que nos encontró con confesiones profundas y con reflexiones mágicas. Algo así pasó con Alberto, que inspiró a otro personaje de esta novela, como Nico a otro también. Quería comprar ambos libros, cafeteamos y la charla de casi cuatro horas devino en una amistad tan afectiva que participó activamente en mis siguientes libros (con un dibujo para Azules en el deck, y como modelo de tapa y con un texto para Yo quiero ver un tren). 

Y más caricias llegaron, desde Corrientes, con Lucas, un nuevo amigo que me dijo al leer lo que le compartí de Martín: «¡Qué lindooo! ¡Qué bueno eso! Te felicito mucho. Te dije tantas veces y te lo digo de nuevo: sos muy genio y tus creaciones son únicas y eso lo demuestra. Me alegro mucho por vos y que más lectores se sigan maravillando con tus libros que son geniales. Mirá cuando tus obras lleguen a todo el mundo también. Esas cosas demuestran que lo que hacés lo hacés con mucho amor, y obvio que va a generar eso. Así que vos tenés que seguir para adelante y vas a llegar a todo el mundo».

En el cierre de esta novela, apareció un artista como Sebastián –actor, poeta, escritor– que se leyó Nueces y Refugios mientras viajábamos por la ruta a la ciudad de Santiago del Estero. Mi amigo Wally y yo dormíamos; Seba leía. Y sentenció: «Cuando llegue a Buenos Aires, lo leo de nuevo. Está genial». Quizás por esas razones, donde las nuevas voces agigantan el amor, sentí que la obra podía tener un epílogo. Pero no de una persona avesada en la Literatura ni en el arte, sino en protagonistas que pueden ver más allá del horizonte, y claro que desde una mirada militante y LGBT+. Ellxs, mis compañerxs del equipo de la Secretaría de Cultura de la Federación Argentina LGBT, se animaron a leerla, a masticarla en grupo y a escribir un texto que cerrara como una pincelada latente de lo que pueda venir, de lo que va a venir.

Sentí que Brasil (coração navegador) debía explorar este camino un poco más, esa propuesta de camino hacia la visibilidad, esa visibilidad que nos hace libres, nos permite ser y nos arroja al mundo de la diversidad, de la igualdad, de la inclusión. Que cada encuentro de Fede con tantos personajes sea otro reflejo de lo que nos lleva siempre a ser lo que queremos ser. Que cada recoveco por donde Fede se mete sea una luz que abra al fuego de los placeres por animarse a más y a ser en este mundo de tantas hermosas diferencias que nos acercan y nos renuevan y nos deconstruyen y nos impulsan a mejorar cada día un poquito más. 

Este, mi corazón navegador, sabe que Brasil no es la única alegría -también está mi querida Paraguay-. Ya lo dijo Charly García, pero ese mundo –especialmente Rio de Janeiro– que alguna vez descubrí por allí, luego de despojarme de mis prejuicios, me abrieron a los vientos para perderme en las aguas donde encontrar que esa alegría, que declama Charly, esté siempre dentro mío, más allá de una ciudad, más allá de un amor, de un desamor, de un traspié, porque esa alegría me dará siempre esa segunda oportunidad al cruzarme seguramente con alguien que vea aquí otro potencial que se anime a crear un poco más. Esa es mi aventura. Espero que esta sea la de ustedes. 


Diego TL


Fue presentado el viernes 13 de diciembre de 2020 en En Terapia resto bar cultural, del barrio de Balvanera, Ciudad de Buenos Aires (link presentación: http://bit.ly/PresentacionBrasil).


El libro está dedicado a:

Lían Fuentes, Walter Brizuela, Elvio Méndez, Matías Escaray, Fernando Grimaldi; amigos gays que encendieron mi alegría en una nueva etapa en la que necesitaba volver a soñar.

Andrea Gerberoff, Gabriela Furlani, Valeria García, Ana Carolina Fernández Andés, Adriana López, Verónica García, Ana María Furlani; mis Rous.

Lucas Silvero, Mauro Tizzano, Maxi Lancelot, Roberto Rojas, Sebastián TooMuch; amigos gays que sumaron sus llamas para que los sueños no se esfumen.

Quienes abrieron los caminos en la diversidad, en especial en los años 80 y 90.

Mis compas de militancia LGBT+; por su resistencia constante.

Quienes se animan a ser visibles para ser iguales.


A continuación, comparto el texto de la contratapa, del histórico activista LGBT+, Marcelo Ernesto Ferreyra; los textos del epílogo, a cargo de mis compañerxs de la FALGBT+, y algunos pasajes destacados de la novela.

Texto de contratapa por Marcelo Ernesto Ferreyra*


Diego Tedeschi Loisa nos regala los navegares de Fede:

Fede es firme en sus convicciones, su activismo, su camino de autodefinición. Sus afectos sin destino fijo de amistad y de sexo lo guían en su crecimiento. Poesía, música y viajes son otros tantos amigos y amantes que lo orientan. Fede aprende, registra y enseña.

El activismo de Fede es contemporáneo, ya no esa audacia de soñadores, mentes afiebradas de los 70 o de los 80, sino parte fundamental de su construcción ciudadana.

El tiempo y el espacio desaparecen y nos despistan. Fede circula por el pasado, por la historia del movimiento LGBT+ argentino, como por ruinas de un foro antiguo que de pronto vuelven a la vida en forma alucinada y se mezclan con los vestigios de un pasado propio.

El pasado de Fede se ordena en los rituales: los prejuicios, el qué dirán, la familia, el coming out. Si los afectos son tan importantes, ¿por qué no protegerlos de la mentira? ¿Por qué no regalarles la belleza de la verdad?

De repente un partido de fútbol invita al mundo de las lesbianas, una isla de reposo en medio de un mar borrascoso de holocaustos, desaparecidos, muerte, traición, cárcel, VIH…

Fede siempre es activista, orgulloso de las leyes conseguidas, que venera como los atenienses veneraban las de Solón. A diferencia de los atenienses, para Fede el extranjero no es exilio, sino un hito en la búsqueda de sí mismo. Allí, en un Brasil donde el tiempo y el espacio vuelven a desaparecer fluctuando entre las presidencias de Temer y de Bolsonaro, amor, luz y tristeza flotan.

Fede es firme en sus convicciones, su activismo, su camino de autodefinición.

Fede circula por el pasado, por la historia del movimiento LGBT+ argentino, como por ruinas de un foro antiguo que de pronto vuelven a la vida en forma alucinada y se mezclan con los vestigios de un pasado propio.

Para Fede el extranjero no es exilio, sino un hito en la búsqueda de sí mismo. Allí en un Brasil donde el tiempo y el espacio vuelven a desaparecer fluctuando entre las presidencias de Temer y Bolsonaro, amor, luz y tristeza flotan.


Marcelo Ernesto Ferreyra


* Activista LGBT+; coordinador en Synergía - programa para América Latina y el Caribe; miembro del Consejo en AKAHATÁ; integrante de la Colectiva Asesora Sexo y Revolución en CeDIncI- programa de Memorias políticas feministas y sexo-genéricas.

Integró Gays por los Derechos Civiles y la Biblioteca Gay Lésbica Travesti Transexual Bisexual.



Fotos by Walter Brizuela
1- backstage de sesión foto de contratapa
2- visita a la terraza donde se realizaría la sesión fotográfica para la tapa y contratapa.

foto 1: modelos Sergio Ramírez, Ulises Benítez, Manu Cabrera (de izq. a der.)
foto 2: fotógrafo Alejandro Correa, autor de texto de contratapa Marcelo Ernesto Ferreyra, autor Diego TL (de izq. a der.)


Epílogo

 


“Lesbiana de mierda”. Esas fueron las palabras más feas y violentas que recibí cuando era jovencita y estaba confundida. No sabía bien qué era ser lesbiana, pero tenía muy en claro que yo no quería ser eso. El tema es que, del otro lado, latente, estaba el deseo.El deseo que pulsaba cada vez que mi amiga se acercaba a darme un beso. Porque ella sí era lesbiana. Relesbiana. Para mí fue un montón



Desde la Secretaría de Cultura de la Federación Argentina LGBT, creemos en el arte como vehículo transformador de nuestra sociedad. De nuestras culturas. Somos activistas, pero también somos artistas. Somos militantes. Todo eso junto y, por qué no, separado también.

Estamos atentes a la coyuntura y a los cambios que nuestro país atraviesa y nunca dejamos de lado cómo el sentir y el quehacer cultural de todes impacta, se entrelaza y se enreda para lograr una multiculturalidad.



Un compañero, militante LGBT+, escritor, poeta, corrector, nos propuso involucrarnos en una especie de epílogo para su primera novela, la historia de Fede, un chico que se animó a ser. Su historia que lo llevó por los recovecos y por las cuevas del amor, de la pasión, de las angustias y de las revelaciones en Brasil, en Asia, en Europa, Necochea, Victoria, Los Antiguos, Calafate, Salta, por la vida. Su andar fue animarse a salir de un armario de dudas y de miedos, de su zona de confort; pensarse en su sentir, descubrir las traiciones del amor y los celos, sus pasiones, animarse con los amigovios, a la humedad, a la desolación y a las drogas en la cárcel de Devoto, sus encuentros de militancia, sus relaciones serodiscordantes, sus vínculos con su papá y con su mamá, sus amantes de ocasión, sus querides amigues, la enfermedad, las muertes, sus revelaciones, su diario, beggarbeach, y la música de Mike + The Mechanics y de les grandes de la canción brasilera como espejos de ese navegar su corazón. 

Nos pareció un hermoso desafío porque deseamos que todos los sonidos, las palabras, los gestos, las miradas, las voces, las imágenes y los lenguajes artísticos tengan un espacio de visibilización, de realización, de creación y de difusión desde este espacio.



Cinco de les integrantes de este comprometido y militante espacio nos animamos con la novela, lo invitamos a Diego a una de las últimas reuniones para compartirle nuestra experiencia de lectura y para tratar de ver en sus ojos, y desde lo que sus palabras no decían, qué podíamos tomar de esta historia que nos roza tan de cerca: “El activismo de Fede es contemporáneo, ya no esa audacia de soñadores, mentes afiebradas de los 70 o de los 80, sino parte fundamental de su construcción ciudadana”, expresa el histórico activista LGBT+, Marcelo Ferreyra, en la contratapa del libro. Una visibilidad como la que compartió en redes la escritora, periodista, feminista y redactora Paula B. Giménez -coautora con Jesica Lavia de Pese lo que pese. Deconstruyendo espejismos-, que aquí reproducimos -en cursiva- al comienzo de esta intro y de las intro de les cinco compañeres que nos aventuramos también a expresar sus sensaciones sobre la novela: Estefanía Solange Gaitán -una de las secretarías de Cultura-, Ignacio (Mabel) Berreta Cádiz, Tomás Agustín Astesiano, Alexis Ortiz y Marian/Mario Spagnuolo.



Ha sido un hermoso desafío de equipo para quienes integramos esta Secretaría, porque también nuestro compañero Franco Zerené es el diseñador integral de un libro que será otra marca más en las huellas en la pluma que nos regala Diego Tedeschi Loisa.






Secretaría de Cultura de la Federación Argentina LGBT




*


Tenía 17 años y poca idea de todo. “Lesbiana de mierda” retumbaba en mi cabeza cada vez que me dejaba llevar por las manos de mi amiga, por la boca de mi amiga, por sus lindas palabras. Mi amiga se había enamorado de mí y yo no podía con eso. “Lesbiana de mierda”. Todo el tiempo y en loop . 




Futuro / Pasado y Presente / Visibilidad e Invisibilidad / Estar dentro o fuera del armario, placar, closet / Individualidad y Militancia / Sida y VIH 

Zambullirse en un ir y venir constante y necesario para poder llegar al fondo. Llegar al hueso. Al quid de la cuestión, al ser, al deseo, al otro, a uno mismo. Es ir y volver entre autores y cantores, entre la bossa y el rock nacional e internacional, entre amigues y amantes, y amantes-amigues, de la mentira a la verdad, de lo que no sirve a lo esencial, de Buenos Aires a Bangkok, del armario, placar o closet a la visibilidad, del ensimismamiento a la militancia.

Habitar la contradicción que nos habita y que nos constituye es el verdadero desafío, y reconocerla quitándole los velos hasta dejarla desnuda, frágil y visible es crucial para ser uno. Ser puto hoy y ser puto (no-puto) ayer. Todo lo que se hace para no ser castigado ni condenado por el afuera, para no sufrir la violencia y para, sobre todas las cosas, ser aceptado. Únicamente para no recibir del exterior lo que sucede en el interior. La autoviolencia que se padece al miedo a ser, a hacerse cargo del deseo y a no desear sufrir. Aparentar gusto para gustar al resto y no gustar de lo que uno gusta.

Entonces, escapar. Irse lejos con la idea de pensar y de encontrar el coraje, el valor para gritar al mundo que no se es lo que uno en realidad muestra, sino algo mejor, más puro, más real, más transparente. Ser visible y hacerse cargo que eso habilita un mundo hostil e ignorante del cual habrá que hacerse cargo. La militancia para hacerse cargo entonces. Militancia como respuesta. Militancia por acá, militancia por allá, dos cucharadas de militancia por la mañana y una antes de cada comida. La historia de la militancia se nos hace presente desde Jáuregui organizando la primera Marcha del Orgullo hasta un congreso en Rio de Janeiro sobre VIH. Explicar que I=I significa que las personas seropositivas, cuando tienen el virus a niveles indetectables (digamos dormido para hacernos de una imagen) no se transmite. Borrar los estigmas que abundan en cada lado y en cada rincón, afuera y adentro. Tan fácil como entender la diferencia entre decir un travesti y su forma correcta: una travesti, como para citar un par de ejemplos.

Todo es un proceso en nuestras vidas, al fin de cuentas, y vamos atravesándolo como mejor nos sale. Viajar y viajar para salirse del propio contexto con la sed de encontrar una gema o una pepita de oro. Un tesoro que sabemos que está ahí afuera o mejor dicho dentro de uno.

Une es más auténtique

Cuando más se parece

A lo que ha soñado

De sí misme.

“Une misme es une misme y todes les que habitan dentro de une”, decía Enrique Pichon-Rivière, obviamente sin la “e”. 

Y así se viaja entre los vínculos que a uno le van constituyendo. Con les que están y con les que se fueron también. Abandonar la pose de una vez y subir al cerro, ir a la cárcel, ir a la marcha, ir a un congreso en otro país, a llorar a Necochea, a donde toque Mike + the Mechanics. Ir a donde la voz de la Negra Sosa nos lleve, irse lejos de lo que uno fue y no quiere ser, ir a vivir a otro país, ir hacia una igualdad real, hacia una nueva forma de vincularnos en el amor, ir hacia el deseo, perseguirlo, alcanzarlo.

Explicar con palabras de este

Mundo

Que partió de mí un barco

Llevándome.






Ignacio (Mabel) Berreta Cádiz


*

Salí un año con mi amiga, a escondidas o, al menos, eso intentamos. Un compañero me hackeó el mail, leyó los correos que me mandaba con ella y le contó a todo el colegio que éramos novias. Pero no lo contó así. Le dijo a todo el colegio que yo era lesbiana. Fue una tragedia. Empecé a lastimarme de camino a casa. Llevaba una tijera en la mochila. Me dañaba después de estar con mi amiga porque me sentía sucia. Porque yo quería caminar de la mano con un varón, tener una familia. Yo no era una lesbiana de mierda.Mientras tanto, cuando cogía con mi amiga me temblaban las piernas.




Fede hace un camino de visibilización que lo lleva al activismo. ¿Cómo llega une a visibilizarse?, ¿es siempre gratificante?, ¿qué encontramos en el camino?

La historia de Fede nos cuenta su recorrido por los mandatos de la masculinidad, en los cuales encuentra una pertenencia, pero que al momento de desear, estos mandatos son coartantes de su sentir. 

A través de sus viajes y por diferentes cruces que va teniendo en el camino, en sus encuentros sexuales, descubre más de su identidad, la de Puto, ese Puto tan parecido a su autor, ya sea por reconocimiento o por disentir con otres. Puede enriquecerse de estas vivencias, desarticular su pensamiento y lograr empatizar consigo mismo. 

Luego de todo esto, ¿cuán importante es una visibilización si no hay contacto con le otre?, ¿nos sirve un empoderamiento de identidad individual?, ¿o nada importa sin un activismo colectivo?



Alexis Ortiz








*

Después las cosas con ella salieron mal, yo no estaba lista. Festejé con mi mamá y mi papá haber perdido la virginidad con mi primer noviecito en serio. Tenía 18 años. Brindamos y todo. En esa mesa, sentí que estaba en la vereda correcta. No iba a ser más una lesbiana de mierda, todo eso se había quedado atrás.  




En los últimos días, se pudo ver una pregunta que estuvo en las calles, en carteles y en afiches, pegados en las paredes, que sentenciaba: "Y vos, ¿cuándo le dijiste a tu familia que eras heterosexual?". A veces resulta difícil y hasta un poco irritante el hecho de tener que contarle a le otre con quién elegís vincularte, y eso solo nos pasa a nosotres, a las personas dentro de nuestra comunidad.

Quienes tienen la posibilidad de escapar por un rato y de viajar se redescubren y eligen vivir como en su tierra natal no pudieron hacerlo. Hay quienes afrontan a sus xadres (padre y madre) una noche en la cena y les cuentan que son lesbianas. Hay quienes han sido expulsades de sus hogares por haberlo dicho en voz alta, y es que ser LGBT+ resulta a veces una odisea al momento de salir del "closet".

El día que yo le conté a mi madre que era bisexual, sentí que desde ese momento algo se había roto entre nosotras, como si yo hubiera cometido un crimen y le estuviera pidiendo ayuda para superarlo juntas.

La visibilización es parte de quienes queremos ser porque no hay nada más hermoso que el amor propio. Y esa es la primera lucha, el querer ser sin ataduras, sin miradas. Luego, una vez reconociéndonos a nosotres mismes, el activismo resurge como parte de nuestra respuesta política.









Estefanía Solange Gaitán


*

Durante diez años salí con chabones, pero, para calentarme, miraba porno lésbica a escondidas. Una vez un novio abrió mi compu y se topó con uno de esos videos. Me avergoncé tanto. Lloré mucho, le pedí perdón. Sentí que había dañado su hombría, sentí que la lesbiana de mierda había vuelto. Después crecí y así como yo, el país. En el 2010, la Ley de Matrimonio Igualitario me cuestionó directo al hueso. No hice mucho caso hasta que en un viaje conocí a una lesbiana de mierda que, charlando del tema, me preguntó: “¿Por qué te hacés esto? ¿Por qué no te das una chance?”. Volví, me di la chance y me enamoré por primera vez en mi vida. Tenía 27 años.






“Quiero ser visible” resuena como eco durante toda la novela. Quiero ser visible porque otres lucharon para que yo hoy pueda ser lo que soy. Quiero ser visible para dejar las máscaras. Quiero ser visible porque es lo que soy. Quiero ser visible por mí.


“Closet”, “armario”, “placar”, palabras tan pesadas que hasta cuesta leerlas sin recordar aquellas épocas donde el encierro era la única opción. Lugar que tanto dolor generó, pero hubo gente que decidió arriesgarse, salir, exponerse. Personas que dedicaron su vida y hasta su muerte para ser quienes realmente eran: sin tapaduras, sin máscaras, con miedos y con convicciones.


La novela de Diego nos relata la historia de nuestra comunidad. “Historia” que está más presente que nunca. Que aquella militancia que tantos caminos abrió, hoy todavía camina, todavía crea nuevos mundos, todavía pelea.


Ser visible es una lucha de todos los días. Lucha contra aquellas voces que tanto quieren callarnos, contra aquellos designios que nos cortan las alas y nos dicen cómo debemos ser.





Tomás Agustín Astesiano







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Me acuerdo que cuando lo conté me puse a llorar, otra vez, como una nena. El fantasma del error y del horror seguía ahí. Me incomodaba mucho, pero eso ya no importaba, estaba enamorada. A partir de ahí, me enamoré seguido y dejé de llorar al contar que salía con chicas. También salía con chicos, así que todo estaba bien. Pasaron de nuevo los años. Hoy tengo 34 y hace una semana llamé a una amiga y otra vez lloré. “Hola, amiga”, le dije, “soy lesbiana. Soy una lesbiana de mierda”.







Diego nos llevó de viaje. Los viajes siempre se miden en distancia, kilómetros recorridos; este se mide en tiempo y, sobre todo, en intensidades. 

Diego nos llevó a recorrer una historia de amor, pero no ese amor romántico de película del norte, sino un amor por une misme, por les otres, por la justicia, por enseñar y por aprender. El amor que solamente puede expresar alguien que brindó amor toda su vida, en forma de militancia, de escritos, de enseñanzas o de poesía. Una historia que sale de la norma, que se enfrenta al millonésimo de historias heterosexuales, y nos regala una visión bien de puto, y más que nada de puto viejo, de un puto que vio cambiar el mundo, lo bueno y lo malo, y nos lo muestra para que seamos conscientes. 

Es un libro que cuadra en estos tiempos, aunque hable de otres, y que nos permite no solamente saber, sino sentir toda esa historia de lucha militante, de amor contrahegemónico y de caminatas libertarias, que fue el movimiento de la diversidad sexual y de quienes lo componen. 

Es un libro para reencontrarse para quienes lo vivieron, y para sentirlo en los huesos para quienes recién ahora se meten en el activismo. Es un libro de historia, aunque no de nostalgia, sino de enseñanza.





Marian/Mario Spagnuolo










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